De entre las diferentes actividades de ocio una de las que más me gusta es ir al cine, y es que con el tiempo me he ido dando cuenta de las muchas cosas positivas que me aporta.
Así es, son muchos los beneficios de ir a ver una buena película, ya sea solo o acompañado. Ir al cine no solo te aporta una interesante experiencia artística, sino que también es una buena alternativa para socializar y conocer gente.
De hecho, es uno de los planes más habituales para distraerse o quedar con los amigos. Aún recuerdo aquellas primeras citas en las que ir al cine era el plan al que siempre recurríamos, bueno, ahora que lo pienso, ahora también es uno de los planes más habituales cuando empiezas a conocer a alguien.
Además, sentarse y relajarse después de un largo día de trabajo es mucho mejor si nos evadimos en una buena historia.
Por otra parte, también son una excelente forma de aprender nuevos idiomas si te aficionas a verlas en versión original. Esta es la razón de que en países como Dinamarca, Suecia o Portugal tengan tan buen nivel de inglés, ya que no doblan las películas.
El cine no es solo una buena fuente de inspiración sino también de temas de conversación, una buena película siempre da pie a poder comentarla entre amigos, adquirir nuevos puntos de vista y alimentar la comunicación entre las personas.
También ayuda a tener una amplia cultura general y a dominar diferentes temas, sobre todo si se trata de películas basadas en historias reales que además de ser fuentes de inspiración y motivación también son muy terapéuticas al ver diferentes realidades y situaciones con las que nos podemos identificar.
El cine es algo así como un catalizador, un espejo en el que vernos y una forma de proyectar nuestros miedos, esperanzas e ilusiones. Todo ello, si sabemos usarlo no solo se convierte en un medio de disfrute sino en una experiencia que puede resultar muy transformadora cuando topamos con la película apropiada, una de esas buenas películas cuyas historias llegan para quedarse y cambiarte un poco la vida.
Algo así me pasó cuando fui a ver Siempre Alice al cine. Le propuse a mis amigas ir a verla después de saber que Julianne Moore, una de mis actrices favoritas, había ganado un Oscar por su interpretación en esta película.
Siempre Alice, una película sobre el Alzheimer prematuro
Siempre Alice está basada en la novela de Lisa Genova, y como muchas películas basadas en libros tiene esa profundidad y esa capacidad de emocionar y no dejar indiferente a nadie.
La película trata de Alice Howard una mujer orgullosa de la vida que tanto esfuerzo le ha costado construir. A los cincuenta años, Alice es profesora de psicología cognitiva en Harvard y experta lingüista de fama mundial, con un marido exitoso y tres hijos adultos. Cuando empieza a sentirse desorientada, un trágico diagnóstico cambia su vida, al tiempo que su relación con su familia y con el mundo, por siempre.
Es una historia que trata con mucha delicadeza y elegancia los sentimientos de quienes padecen Alzheimer y sus familias. Un retrato de la enfermedad que pocas veces había tenido la ocasión de ver, y que, sin duda me hizo ver el Alzheimer desde otra perspectiva.
La película te hace algo más consciente de la realidad emocional de estos pacientes, sientes una enorme empatía por el personaje de Alice, por cada nueva batalla diaria que le plantea esta enfermedad.
Al salir del cine, Julia, una de mis amigas que no había podido contener las lágrimas empezó a decirnos lo mucho que le había gustado la película con los ojos llorosos y voz entrecortada.
Se veía que tenía ganas de contarnos algo, así que nos fuimos a un sitio más tranquilo. Nos habló de su abuela, de que hace muy poco le habían diagnosticado también de Alzheimer y de lo mucho que le había ayudado la película a entender muchas cosas que podía estar sintiendo su abuela también.
Nos dijo que, por suerte, su abuela se encontraba en Benviure, la única residencia geriátrica de Barcelona especializada en el tratamiento del Alzheimer y con las más modernas instalaciones y un equipo humano y profesional altamente cualificado.
Julia tenía la tranquilidad de que su abuela estaba siendo tratada por los mejores especialistas, pero después de ver la película y conocer la historia de Julia era mucho más consciente de los estragos que hace esta enfermedad en la vida, no solo de una persona sino de toda su familia y, de hecho, no tardé en empezar un voluntariado con pacientes con Alzheimer.