El flamenco está muy vivo en internet.

Música flamenca

En pleno siglo XXI, el flamenco está más vivo que nunca. Para muchos jóvenes, es el tipo de música que más escuchan. Las visualizaciones de videos de flamenco en YouTube se cuentan por millones. Plataformas de música en streaming como Spotify tienen esta música como una categoría estrella. Las webs de ventas de entradas incluyen las actuaciones de los artistas flamencos en su catálogo. Para el flamenco hay un público fiel, amplio y más variopinto del que se piensa.

Muchos medios siguen tratando el flamenco como una música minoritaria, pero no lo es. Millones de jóvenes es lo que más escuchan. Oyen un flamenco fusión, el llamado flamenquillo. Artistas de su generación, que interpretan esta música desde el prisma actual, sin perder de vista, en ningún momento, las raíces del género.

Es el caso de Cristina, una chica de 30 años de Palma de Mallorca que escucha flamenco y hasta se atreve a cantarme por bulerías. Aunque nació y siempre ha vivido en Baleares, su familia es de Andalucía. El flamenco le conecta con sus raíces. Es la música que ha escuchado siempre en casa. Los artistas flamencos, me cuenta, son como gente del barrio, personas de verdad. Le resulta natural conectar con ellos.

Tomándonos una cerveza me habla de la reedición de los primeros discos de “Los Delincuentes”, de la gira que están haciendo con las canciones que cantaban con “Er Migue”, Miguel Ángel Benítez, el joven poeta de Jerez que componía y cantaba las letras de sus primeras canciones y que murió en el 2004 a la edad de 21 años.

Escucha online todo lo que suene a flamenco, pero aún se le abren las carnes cuando oye a Camarón. “Era el más grande” – me dice.

Respecto a la asistencia a los conciertos, me indica que muchas veces compra las entradas por internet. Como cuando fue a ver a Daviles de Novelda, un joven artista que fusiona el flamenco con el rap, y hasta con la bachata. Compró la entrada en Logiticket, una web de venta de entradas de conciertos que siempre tiene espectáculos flamencos en su catálogo. “Comprar las entradas por internet” – me comenta – “es una manera de asegurarte de que no te vas a perder el concierto. No te arriesgas a llegar allí y que no queden entradas.”

Como es lógico, Cristina, como otros jóvenes, no escuchan el mismo flamenco que escuchaban sus padres. Esta música ha evolucionado, pero sigue siendo, en esencia, la misma.

Puristas y renovadores.   

Una dicotomía entre la que siempre se ha movido el flamenco y su legión de seguidores es entre la pureza y la innovación. La discusión sobre lo que se considera flamenco y a lo que hay que retirarle la etiqueta.

Un debate, en mi opinión, absurdo, si se tiene en cuenta que el flamenco es una manifestación cultural mestiza. Que se ha alimentado toda su historia del trasvase entre la cultura gitana y la cultura paya. Entre el sur de Europa y las influencias que llegaban del norte de África. Que ha asimilado influencias musicales que llegaban de América. Dando pie a palos como “Las Colombianas”, un tipo de cante flamenco.

En los años 50 se abrieron dos escuelas en la guitarra flamenca. Una revolucionaria, encabezada por “Sabicas”, un gitano de Pamplona que se exilió en América después de la Guerra Civil, y que acompañaba al toque a la bailaora “Remedios Amaya” y el “Niño Ricardo”, otro guitarrista, más ortodoxo, que se quedó en España.

Sabicas vivió en Argentina, se marchó más tarde a México y terminó sus días en Nueva York. Se quedó sorprendido con la forma de tocar la guitarra en América e integró algunas de sus técnicas y sonidos en el flamenco.

A finales de los años 60, cuando Miles Davis intentaba dar una vuelta de tuerca más al Jazz y Jimi Hendrix revolucionaba el rock con su guitarra eléctrica, Sabicas fusionó por primera vez en la historia el rock y el flamenco en un magistral disco llamado “Rock Encouter”.

La figura de Sabicas fue decisiva para que aparecieran músicos como Paco de Lucía y para que el flamenco empezara a mezclarse con otras músicas sin complejos.

Y llegó Camarón.

Si alguien ha popularizado el flamenco hasta convertirlo en cultura de masas y lo ha desarrollado hasta su máxima expresión artística, ese fue Camarón de la Isla.

Pero no lo hizo vendiéndose a las exigencias del mercado, sino poniendo la calidad y la creatividad en el timón de mando.

Cuenta el periódico La Voz Digital, cuando se cumplen más de 45 años de la edición del disco, que lo cambió todo en el flamenco “La Leyenda del Tiempo”, que para muchos, aquel trabajo era una herejía. Camarón se atrevía a introducir nuevos instrumentos en el flamenco como el bajo eléctrico o la batería, a mezclar esa música con el jazz, el pop y el rock.

Le decían que estaba loco. Que estaba echando por la borda una carrera que ya tenía consagrada. Aunque hoy “La Leyenda del Tiempo” es un disco emblemático, en su día a penas vendió 7.000 copias, cuando Camarón acostumbraba a vender 30.000 por disco, sin promoción.

Editado en 1979, era un disco 15 o 20 años adelantado a su tiempo. Camarón lo sabía, por eso se tomaba con humor las críticas que le llegaban. Le gustaban los experimentos que habían hecho o estaban haciendo gente como Las Grecas, Smash, Lole y Manuel, Kiko Veneno y que los puristas se negaban a catalogar como flamenco. “Eran una panda de hippies, que tomaban LSD como si bebieran Cruzcampo” – se decía en algunos círculos flamencos de Sevilla, desprestigiando a estos artistas.

Ketama y Pata Negra. 

En los años 80, los años de las movidas, surgen grupos de jóvenes gitanos que se atreven a tocar flamenco desde la sensibilidad de su edad y de la época que están viviendo. Sin olvidar la tradición, pero sin cerrarse a otros tipos de músicas que habían escuchado y que les habían influido.

España sale de 40 años de dictadura y la juventud tiene unas ganas tremendas de expresarse con libertad. De ponerlo todo patas arriba en un país que se supone que se está reinventando. Igual que en Madrid sale la Movida Madrileña, en Vigo la Movida Viguesa o en Euskadi inventan el Rock Radical Vasco, los gitanos jóvenes hacen su propio flamenco, y montan sus grupos. Hubo varios, pero los más significativos, en mi opinión, fueron Ketama en Madrid y Pata Negra en Sevilla.

Ketama surge a principios de los 80 en el tablao flamenco “Los Canasteros”. Donde jóvenes provenientes de importantes sagas flamencas como los Carmona (Los habichela), José Soto (los Sorderas) y Ray Heredia (que provenía de una familia de bailaores), que trabajaban allí para ganarse un sueldo, deciden formar un grupo para hacer una música diferente a la que hacían sus padres.

El grupo vive varias modificaciones en sus primeros años, pero desde el principio son los responsables de conformar lo que se ha dado en llamar “Nuevo Flamenco”.

Un caso diferente es el de Pata Negra. Aquí sí, un hippy medio loco, Kiko Veneno, se pierde por las calles de las 3.000 viviendas y contagia su afición por el blues y el rock a dos guitarristas adolescentes gitanos: Raimundo y Rafael Amador.

Con ellos saca un disco revolucionario “Veneno”, en 1977, con el que mezcla el rock con el flamenco y se lleva a los hermanos y a toda su troupe de gira por España. Nadie entiende el disco y la gira es un absoluto fracaso. Pero los guitarristas gitanos se han quedado atrapados por el blues y no les queda otra que fundar Pata Negra unos años más tarde.

Ketama y Pata Negra ponen de manifiesto, en los años 80, que los jóvenes podían tocar flamenco, y hacerlo para un público joven.

Rosalía, flamenco y música urbana.   

El tiempo va transcurriendo. Cada generación tiene sus inquietudes y sus gustos musicales. El mundo evoluciona, y por mucho que no se quiera, cada generación escucha una música diferente a la que escuchaban sus padres y hasta sus hermanos mayores. Aunque la tradición, las raíces, en el fondo, no se pierden. Es lo que somos.

Después de sorprender al mundo entero con “El mal querer” donde la cantante catalana Rosalía fusionaba el flamenco con el Trap y otras culturas urbanas contemporáneas, sin olvidar la hondura de la cultura flamenca, cuatro años más tarde nos sorprende con un disco completamente distinto: “Motomami”. Un disco arriesgado donde amplia la gama de sonidos que añade a la coctelera.

Algunos dicen que ya no es la misma Rosalía, que ha dejado de ser flamenca. Le llueven las críticas, como pasó antes con Camarón, con Sabicas, con Pata Negra o con Ketama. Pero como dice un artículo publicado en el periódico De Verdad Digital, Rosalía es un Diablo Flamenco. Preparada para hacer travesuras sin perder el sustrato flamenco que la define.

El flamenco se adapta a los tiempos, como un animal salvaje, al entorno que lo rodea. Aprovechando los cambios que se le presentan e integrándose con habilidad en ellos. Como lo está haciendo en internet.

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